8.01.2006

Escribo un recuerdo que en su momento fue publicado por su dueña. Porque leerlo ha sido como una caricia, como este viento de agosto que entra por mi ventana.

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Peque

Se lamentaba en estos lugares
tras la madura luz primaveral.
Y porque no vi miedo en sus ojos
hablé claro siempre.

Defendiendo castañuelas para alegrar el gris,
entrando sin llamar
y sin saber que me enseñaba
a seguir naciendo.
Con clavecín y variaciones
-sí, la alegría de seguir naciendo cada día-

Su libertad para utilizar el posesivo ante mi nombre.
La mía que se frena con ciertas palabras.
Todo mi amor ante su dolor
-de sí misma-
Y el sombrero a la altura
del pecho,
con cada texto que escribe.
Y el guante fuerte
en su cara
en duelo conmigo misma, por ella.

Paz me llamó “su ángel de la guarda”
sin saber que fue ella, en un cerrar de ojos,
la que hizo que yo viera.

Sintiéndome yo su elegida
¡ SIN DERECHO!
Agacho el cuerpo para que me unja
con los cantos de mirlo de cabeza blanca,
con maullido de gato quejándose ante la risa
-que, orgullosa, a veces le provoco-

Distancia es mala sangre, no saber.
Reproche ante lo que tanto he oído y no voy a creer.
Distancia es respeto, a pesar de todo
e incertidumbre ante lo imposible.
Nunca es sufrimiento, nunca será dolor.
-no me duele, me cura-

Pero ahora este trecho es de mimos, porque necesita
oírme que:
la vida sin la música (la suya)
sería un error.


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Para Patri, porque esta noche creo que duermes inquieta.
Simplemente porque SÍ soy impulsiva,
(aunque sé que no te hace mucha gracia esto, tan público).


Estoy bailando bajo tu ventana, con pompones en las manos...
porque tú tienes la fuerza
yo sólo unas palabras y unas tiras de papel rojo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

A cuentas con lo que escribiste el otro día, fui a buscar la entrada de la tarta de manzana para releerla ¡y no se me carga! ¿Lo guardas? ¿Me lo mandas?

kobayashi.maru.su en gmail.com

.María. dijo...

Ha sido una gran sorpresa desempolvar estas palabras que hace cosa de un año escribí. Vaya, pues sí que me inspiraste bien chavala.
Pasé, como cada vez que me muevo ultimamente, cerca cerca de tu casa con el tren. Como no sabía cual era, ni siquiera si alcanzaba a verla, me puse a lanzar besos a diestro y siniestro para que alguno quedara pegado en el cristal de tu ventana. O quizá en la copa de ese árbol de la entrada... o en el tejado, o en el culo de alguno de tus gatos.

Muaks, remuaks.
:D

Anónimo dijo...

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