Anoche: concierto en el Auditorio. Tocaban el Requiem de Mozart, y aunque hubiera hecho una traqueotomía al tenor y a alguno/a más, la carne de gallina y alguna lagrimilla no faltaron.
Después: visita a una fiesta de Halloween (aunque a mí el invento americano este...) en casa de un chico muy majete. Rato agradable y de vuelta.
No podía con mi alma. El primer tramo no conduje yo; pero el segundo, una vez sola, sí. Y no me gustó ver borroso el velocímetro. El sueño cada vez me da más miedo, pero no sé por qué soy tan cafre de pensar que mi cuerpo y mente aguantan más de lo que en realidad pueden.
Al llegar, la reprimenda (merecida) al enterarse quien me esperaba despierto, y esta mañana amenaza de tollinas por lo mismo, de parte de otra persona.
Preocupación. Pasan los días, y cualquiera de ellos puede ser el último. Esa idea me ronda la cabeza demasiado a menudo últimamente; debe ser que aún estoy "frágil" (=tonta), y me da miedo. Cuando aparece me doy cuenta de la necesidad de aprovechar mejor el tiempo con la gente que me importa. Algunos no están "presentes" en mi vida y me da pena; otros sí, pero siento que necesito estar más con ellos. Como si tuviera prisa.
Escribo esto y también me da miedo. Soy supersticiosa y la palabra "premonición" no me gusta.
Voy a escuchar música, a ver si se queda vacía mi cabeza. La "lacrimosa", para llorar por algo.
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