¿Te imaginas? ¿Cómo sería aquel instante en que no hiciera falta mantener la distancia? ¿Sería posible entonces dar un paseo tranquilo por la playa? Quizá el sonido del mar apagara el de un muro que cae. A lo mejor entonces una pequeña caricia en la cara dejara de dar miedo. ¿Y qué me dices de tumbarse a respirar el olor a sal? Abrigarse en el otro para evitar el acoso de diminutas agujas de agua impulsadas por las olas. Levantar la cara y verte, sintiendo la tranquilidad de tenerte cerca, de confundir el mar con tu olor. Volver a refugiarse en tu cuerpo, sin necesidad de llenar de explosiones el alma. Sólo saber que, por fin, estás conmigo.
¿Te lo imaginas?
¿Te lo imaginas?
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