Ante el espejo no vemos lo que somos, sino lo que en ese instante queremos ser.
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Aún queda vapor tras la ducha, pero los cristales del espejo se van desempañando. Lo suficiente. Se mira de perfil con gesto serio, pensativo. Está delgada, quizá demasiado. Bueno, ya se solucionará cuando se relaje un poco. Lo que le llama la atención, como tantas otras veces, es su tripa. Sabe que está así por otras razones (hormonas de por medio), que no es lo que imagina, pero parece que estuviera embarazada. Un vientre algo hinchado, redondo, pequeño. Es bonito si imagina que son dos o tres meses de "invitado" ficticio alojado en su barriga. Sonríe. Pone la mano encima, con cuidado, como si fuera real, y comienza a acariciarla en círculos, despacio. Es suave. Como lo que ojalá algún día sea real y no deje de hacerle compañía.