1.19.2009

Ayer por la mañana caminaba hacia la puerta del gimnasio, sin gana alguna de ir, como una batería descargada. Y de repente, me golpeó el aire oliendo a una promesa de sol.

Olía como si dijera que la primavera llegaría, antes o después, pero sin falta a su cita. Que llegaría. Que estaría ahí, como cada año, y traería el olor de las mimosas y del calor en medio del frío espúreo de marzo.

Yo respiraba. Tragaba con cada inspiración de aire, muerta de sed por tanto desierto dentro. Tragaba, respiraba, bebía vida en ese aire que vino de pasada, sólo para avisar. Y en escasos cincuenta metros mis pies se levantaron a pesar de todo. Luego el aire se perdió, volvió el frío y la asfixia disimulada.

Pero al menos supe que aún había motivos hermosos para poner un pie tras otro y seguir marcando el camino.