(Vuelvo a mi burbuja después del baño de realidad de los últimos días)

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"You bleed just to know you're alive"


Un paso detrás de otro, rápido, forzando más que ayer. Extraño esto de necesitar salir a correr, con lo que siempre me ha costado. Más rápido. Más fuerte. Los músculos de las piernas tensándose, una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez. Autista en un mundo limitado por los cascos dentro de los oídos, dirigida por canciones clave, canciones que estos días necesito para sentirme más cerca de...

Los brazos fuertes y cansados; las muñequeras apretando para olvidar dolores. El abdomen apretado, adelgazando los nervios que quieran comerme. La imaginación libre, al ritmo de la música; necesito crear situaciones amnióticas y creerme más cerca de...

¿Bonita? ¿suficiente? Corre, no pienses. Respira respira respira... Sabes que está ahí. Hoy. Ahora.

No son muchos minutos, los necesarios para hacer caer las neuras y tensiones a los pies, hasta que mañana vuelvan a subirse a la espalda. Y de nuevo a correr, escapando de mí misma, de la parte que llevo dentro y que me ahoga.

Si deslizase la mano con los ojos cerrados sólo podría acariciar piedra. Y sabría que la piedra está viva.

Si respirase lento y profundo cuando es de noche, el aire sólo traería olor a madreselva. Y sabría que el aire habla de flores invisibles.

Si escuchase atenta el silencio que combato, sólo quedaría la pureza de un latido. Y sabría que rendirse así es victoria.

Sólo tendría que decir un nombre. Y sabría que estoy viva.

¿Y al final, qué necesito?

No sólo confiar, sino que confíen en mí.

No sólo que me quieran, sino poder querer sin temor a molestar.


Me siento pequeña, pequeña, pequeña...

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Algunos días amanecen cansados.

... y al final todo se reduce a cuidar el silencio más que las palabras. Que las palabras hablan mucho o poco, pero los silencios pueden decir todo o nada.

... las caricias se despiertan suaves como nunca; un abrazo es la mejor y más dulce forma de unión...

Cuando algo te importa más que cualquier otra cosa...

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Tantas cosas que decir(te) para luego quedarme en frases estúpidas.

Nunca como hoy tan dulce y claro el sabor de tu boca. Hubiera parado el tiempo, aunque te aburrieras, sólo por seguir paladeándote. Hubiera roto reglas y fronteras dejando la timidez a un lado únicamente por apoderarme de ti con mi lengua. Eras líquido, denso, ligero. Te hubiera bebido sin cansarme, rodeada por el calor de la ciudad y del verano que ya asoma. Te hubiera bebido por y para siempre, porque para esta sed sólo quiero tu boca.

Algunos ratos el tiempo pasa lento, ya no por aburrimiento o falta de cosas que hacer, sino porque aquello que deseas aún va a tardar en llegar. ¿Un día? ¿dos? ¿algunas horas?

A mí se me está haciendo eterno...

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"... es a ti, yo mismo, a quien elogio
pintando mi vejez con tu hermosura."

W. Shakespeare.

"Navegando, navegando por aquel nombre prohibido vi pasar el tiempo a retazos mientras sentía ausencia de aire que me golpeara. El cuerpo mojado y tenso, con camisa de sudor frío. Y mi cabeza ausente en ese momento, anclada desde hace años en la playa equivocada."


Escribo este párrafo y de repente siento un miedo brutal.

¿Hasta qué punto se llena de ti mi extravagancia?

¿Cómo avanzan los días invasores
si apenas me mantengo en dos palabras?

Hoy me canso de entrar en mi cabeza
y busco redención:
quiero la calma
que venero en tu cuerpo de escorpiones
bañado de negruras y alboradas.

Esta noche el silencio es obligado,
es espera,
es la necesidad inexistente de una pausa
-fingida-

Y aunque no volvieras nunca
pulsaría en rojo y verde
las cuerdas del alma de mis sueños.

Ojalá sepas de qué hablo.


Descansa, sueña cosas bonitas. Te espero con una sonrisa, vestida apenas en la mañana.

(Huelga decir que sigo pensando en voz alta...)

Ahora mismo no tengo control alguno del terreno que piso, algo no muy bueno dada mi inseguridad. ¿O quizá sí? A lo mejor así aprendo a ser fuerte para las veces que no sea la dueña absoluta de mis movimientos.

No sé. Es como hacer caída libre dando mil giros sobre una misma mientras piensas "eh, ¿pero no se supone que yo sabía de qué iba esto?". Pues no, bonita.

¿Qué me queda? Hacer acto de fe. Creer en esto como si un dogma religioso fuera. Creo que ahí está la manera de fortalecerse. Así que Patri, ya sabes: absorbe por todos los poros, aprende, disfruta.

Y sobre todo, confía. Cree.

(Pensando "en voz alta")

"Tengo una debilidad...", decía la canción.

¿Quién no tiene alguna debilidad a la que le cueste horrores resistirse? No conozco a nadie. Algunas son inofensivas, otras más traicioneras, pero todo el mundo tiene sus debilidades. Algunos las ocultan, otros las pelean, otros se entregan a ellas. Hay mil opciones a la hora de reaccionar. Pero la debilidad siempre existe.

Por otro lado, la fuerza de cada persona es totalmente relativa. Depende de con qué situación, persona o elemento se enfrente. Y, evidentemente, no es igual para todos.

Personalmente, no soy persona de tirar la toalla. Ni de perder la esperanza. Sólo en alguna situación extrema donde ya me jugaba demasiado he debido (necesitado) cambiar el camino. Salvo eso, creo que nunca se debe perder la esperanza. Nunca. Y que a pesar de los subibajas en los que vamos montados durante la vida, no se debe tirar la toalla.

Porque mientras hay vida hay esperanza. Y la vida merece demasiado la pena como para tirar la toalla.

Leo algo escrito por Sergio en el blog de María:

Morir de amor no se muere. Sólo se muere parte del corazón. La parte que hace ser sensible. Y sin esa parte te haces más fuerte.

Lo primero que pienso: "estoy totalmente de acuerdo". Luego intento vencer el sueño (entre otras cosas) y pienso que no es del todo así. Creo que esa parte del corazón no llega a morir nunca. Sólo se esconde, se hace más desconfiada, le llegan antes las decepciones, los "si ya lo veía venir...". ¿Hacerse más fuerte? Quizá asumir determinadas cosas con más facilidad.

Seguramente influya la edad; o mejor dicho, las experiencias de cada uno. Yo estoy cansada de desconfianzas. Y aunque intuya que aún me quede mucho chasco por delante, prefiero pelearme con melancolías varias. Que ya va siendo hora de cambiar algunos grados el timón.

Siguiente paso: olvidarse del miedo a hablar.

Y ahora a dormir, que desvarío demasiado...

Lo esperaba, pero seguía esperando con esperanza. Una estupidez como otra cualquiera, de una estúpida feliz por poder esperar.

Y mientras, Beethoven suena de fondo, cuando son más de las tres de la mañana. Limpiando el alma, como un buen amigo me escribe. Inevitablemente, se hace un nudo la garganta y las lágrimas se asoman, como intentando escuchar mejor una humanidad tan grande, vestida de piano y orquesta. La piel se eriza y no hay forma de entender cómo es posible que un puñado de vibraciones acaricie el fondo de un alma.

El piano contesta al oboe con un stacatto mesuradamente alegre

De repente lo veo más claro que nunca. Aunque la "realidad" de las "buenas apariencias" me empuje a actuar como en un teatro, sé que en el fondo, en mi fondo, lo que siento fluirá inevitablemente. Igual que estas lágrimas siguen cada nota que escucho. Mientras espero. Y podría esperar por siempre.

¿Qué se esconde detrás de la algarabía, del alboroto, de tantos quereres y miedos? ¿Qué hay detrás de esa locura de estados que aturde y empuja la mente, otras veces serena? ¿Por qué es ahora tan necesario inundar de belleza ese otro mundo?

¿Hasta qué momento aguantará indemne la persona, sin quebrar el alma? Que no hay gritos suficientes para aliviar el ansia. ¿Por qué no veo? La ceguera ahoga.

Quizá sea preciso refugiarse en olores cercanos, en una manta de recuerdos y sueños imprecisos hasta que vuelva a ver la luz del día.


¿Pero cuándo?

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... que si a ti te hace falta, traigo la luna.

Duerme...

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"Te quiero, pero tendre que esperar a más adelante para verte"

Respiraste, aliviado, la noche que te trajo calma: suave, cálida, temprana. Cerraste los ojos e inclinaste la cabeza. Un solo dedo de su mano acarició tu nuca para, seguidamente, reforzarse en un abrazo ligero que vistiera tu cintura.

El aire prometía sabores cálidos de verano, aún envueltos en un pálido frío.

¿Cómo fue que te dormiste? Sin darte cuenta, acunado en un regazo suave, mientras ese mismo dedo dibujaba tu bonita cara de niño grande.

"No quiero crecer"

"No tienes por qué hacerlo. Duerme..."

Duerme. Sabes bien que ella te traerá la luna si te hace falta.

¿Qué es lo que pasa cuando se echa de menos? ¿por qué cuesta tanto controlar las manos y no coger el teléfono? ¿o no arrancar el coche y salir zumbando hacia donde está el motivo de la añoranza?

A veces es posible controlarse, pero el pecho escuece por dentro, como aguantando olas saturadas de sal. Embates que rozan la garganta y fuerzan a respirar hondo apenas un instante.

Quizá por eso crezca el amor: para diluir esas olas con el agua dulce de tu boca.