5.06.2006

Lo esperaba, pero seguía esperando con esperanza. Una estupidez como otra cualquiera, de una estúpida feliz por poder esperar.

Y mientras, Beethoven suena de fondo, cuando son más de las tres de la mañana. Limpiando el alma, como un buen amigo me escribe. Inevitablemente, se hace un nudo la garganta y las lágrimas se asoman, como intentando escuchar mejor una humanidad tan grande, vestida de piano y orquesta. La piel se eriza y no hay forma de entender cómo es posible que un puñado de vibraciones acaricie el fondo de un alma.

El piano contesta al oboe con un stacatto mesuradamente alegre

De repente lo veo más claro que nunca. Aunque la "realidad" de las "buenas apariencias" me empuje a actuar como en un teatro, sé que en el fondo, en mi fondo, lo que siento fluirá inevitablemente. Igual que estas lágrimas siguen cada nota que escucho. Mientras espero. Y podría esperar por siempre.

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