8.04.2016

Se me hace extraño (quizá por restos de inocencia) de repente parar el tiempo y sentir que estoy sola. Aunque haya gente en mi vida que me quiere, a la que importo, con la que estoy conectada, en última instancia estoy sola. Y alguna vez, como ahora que entra un mínimo de aire por la terraza en esta tarde abrasadora de agosto, tengo plena consciencia de ello.

Pero no ha supuesto una reacción en cadena de miedos.

Simplemente, ha sido recordar la verdad. Estamos solos, porque somos únicos, movibles, mutables. Porque nos podemos adaptar sin abandonarnos, aunque tengamos que perdernos y reencontrarnos tantas veces como planetas haya. 

Pienso en quienes me han importado y me importan. Algunas de esas personas apenas están en mi vida, o en su momento decidieron que me fuese con mi música a otra parte. De algún modo, aunque sola, esa conexión permanecerá siempre latente. Y es bonito. Forja vida.

Ahora mismo me gustaría sentarme frente al mar y contarle esto. También está solo, tampoco tiene dueño. Sé que me entendería, y me acariciaría los pies.