3.12.2006

Apago la luz y me siento frente al teclado, en silencio. Miro mis manos, el anillo con sus símbolos. Suena algo de música: un piano, muy lejos. Aunque apenas escucho.

Esta noche predomina el silencio, pero no es como ayer. Hoy resuena, rebota en las paredes. Faltan cuerpos que lo apresen. Yo sola no soy suficiente.

A veces, muchas veces, espero que aparezca por sorpresa. Ayer sonreía y abrazaba con ganas, ilusionado. Esta noche hay demasiado vacío alrededor, dentro. Demasiada distancia ahí fuera.

Vuelvo a mirar mis manos y me pregunto hasta qué punto serán capaces de dar todo lo que quiero dar. De sacar la música que quiero que escuche. Ellas descansan todo lo tranquilas y seguras que yo no estoy. Porque no sé dónde está el misterio. Sigo sin saberlo. Sigo sin encontrar el espejo que refleje la mirada adecuada.

Podría dormir toda la noche después de sentir su cercanía. O no cerrar los ojos, observando su sueño. Es así de sencillo y, a la vez, así de extraño.

A pesar del temor y la desconfianza que también me dan forma, sospecho que hoy soy la parte "débil" de dos partes. Y gano en libertades desvelando mi lado más humano: yo también amo.

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