1.18.2007

Imaginando caminos de besos entre flores...

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Un recorrido. Hay miles, pero sólo escogeré uno: el que haría sobre la piel de tu cara.

Con la yema de los dedos, muy despacio, apenas te rozaría la mejilla. Pasaría bajo tu barbilla y el dedo corazón perfilaría tu boca, recreándome en el dibujo. Después le seguiría el índice, para acabar acunando tu otra mejilla con la palma de la mano.

Sin alejar la caricia, escondería mi cara en el hueco de tu cuello. Allí, respirar profundamente, llenarme de tu olor olisqueando hacia arriba y hacia abajo, como un animal posesivo que no quiere compartir. Abrir la boca para soltar el aire. Humedecerte la piel. Dejar un primer beso.

Ahora, despacio, trazaría un camino desde tu hombro hasta la oreja, mojándolo con la punta de la lengua y respirando encima. Volvería a bajar a la base de tu cuello y, apretando tu mejilla, lo mordería.

Me alejaría para mirarte de frente. Pediría que cerraras los ojos, dejando un beso pequeño en cada párpado. Rozaría tu nariz con mi nariz sólo para que sonrieras, y después buscaría acariciar tu mejilla con la mía. Ternura. Necesidad.

Una última caricia con el dedo. Acerco mi boca a la tuya. Me detengo. Respiro sobre ella (quizá esté entreabierta...) y dejo un pequeño beso cerca de la comisura, deteniéndome, recreándome en él. Apenas te suelto para ir recorriendo tus labios a besos, presionando y mojandolos, acariciando con pequeños golpes de humedad. Cada vez más deprisa, haría más presión sobre tu boca. Hasta hacer que te abrieras: entrar, sentirte en un calor húmedo y móvil. El afán de ser uno...

Pero no deja de ser un camino imaginado que esta noche, quizá, recorra en sueños. De nuevo.

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