3.20.2007

Lunes.

Delante del ordenador, intento entender de qué van todas estas líneas de código. Levanto la mirada y la pierdo entre las ramas de un enorme cedro que hay en la acera de enfrente, y que no dejan de bailar por el aire que se ha levantado esta mañana.

Vuelvo a la pantalla. No me centro. Miro el reloj, media hora para comer. Vuelvo a subir la mirada. El sol acaricia un solo instante las ramas. Vuelve a nublarse. El aire golpea las ventanas de la oficina, se enfada y bufa. Pienso en mis gatos.

Desde primera hora (dejando a un lado el atasco y llegar tarde; hoy ha sido la excepción) la música me recuerda el fin de semana pasado. Me recuerda las ganas de que llegue el siguiente. Me recuerda las ganas de estar como he estado estos tres días.


Martes.

Caen copos de nieve desde las seis de la mañana. Un día largo, frío, en el que se entremezclan las ganas de salir corriendo, las de tumbarme y cerrar los ojos, la necesidad de alguien que está distante, el autismo pasajero, el "un poco más" andando por el andén de metro medio mareada.

Ha sido un día puñetero.

El abornoz me dice que ya está bien.

Me encantaría terminarlo con una visita a casa de un amigo. Hay otras bonitas formas de terminalo, pero no están en mi mano.

No hay comentarios: