3.29.2007

Tengo un subidón brutal. Hace media hora o así que he venido de la Escuela de Música de Torrelodones. María, una de las niñas que fue mi alumna de piano (muy buena) y con la que sigo en contacto vía msn, me dijo que ella y Mayte (otra de mis alumnas) tocaban hoy la pieza para clarinete y piano que les puse hace un tiempo. No me he quedado a la audición, he ido antes para verlas un ratito, escucharlas y hablar con ellas.

Nada más llegar, he saludado a Jorge, el profe de percusión. Al entrar, me ha visto uno de mis alumnos, y al grito de "¡¡¡PROFEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE!!!" me ha parado, me ha dado un achuchón y me ha dicho "¡tú eras mi profe!". Este Héctor sigue de un salao...

He entrado y he saludado a la secretaria y a la directora. Ha sido un curioso ejercicio de cinismo el que he presenciado, jeje. Acto seguido he subido al aula donde estaban ensayando.

He entrado despacito, para no molestar. Mayte y María estaban en la primera fila. Se han girado y su cara ha sido de los mejores regalos que me han hecho: una sorpresa enorme, alegría. Mayte se ha levantado, y al principio, tímida, me ha preguntado "¿qué haces aquí?". "María me dijo que tocábais y he venido a escucharos". Me ha plantado un abrazo. El primero de la tarde.

Héctor: el primer achuchón, totalmente espontáneo,
María: sus ojos enormes mirando fijo con la sonrisa prendida en ellos, su timidez redescubierta sin messenger de por medio, sus manos sobre el teclado,
Mayte: su cara de enorme sorpresa, su alegría perenne, su besote al venir a mí,
Irene: otro abrazo bien fuerte, con carita de pena "te echo de menos...",
Carmen, la hermana de Irene: de sonrisa permanente ("¡se me han caído dos dientes!") y el mismo abrazo que su hermana,
Alberto: timidez previa a un abrazo del "cabrerillo loco", hemos compartido muchas regañinas pero me sigue cayendo genial (por algo no serían efectivas...),
Lucas: poquito tiempo de este "pequeño hombre tranquilo", demasiado poco para disfrutar un poquito más de su compañía, incluso "entre tinieblas",
Irene: la pequeñita, sin decir apenas nada, tenerla al lado abrazada a mí el ratito que he estado, me lo ha dicho todo,
Lianne: sus hoyuelos, sus ojos, su inocencia ante mis sugerencias sobre dientes, martillos y ratoncitos pérez...

Son preciosos. Son tesoros. Son el mejor regalo. Son geniales.

Ay pequeñajos... ¡gracias!

1 comentario:

Anónimo dijo...

es que los críos cuando se ponen... no hay cosa mejor, jejej