12.08.2007


Hoy bajaba por Gran Vía, a las siete y media de la tarde. Como siempre que se acerca la navidad, la calle estaba atestada de gente. Había muchos niños con sus padres, mirando escaparates, ya fueran de juguetes, o de langostas vivas en las peceras de los restaurantes. Yo miraba y no veía más allá, como si no estuviera allí. De repente todo me ha parecido vacío, estúpido. Sin sentido alguno. En una bocacalle asomaba uno de los árboles iluminados que ha puesto el ayuntamiento. He desviado mi paso hacia allá para hacerle una foto, pero al poco de acercarme he dado la vuelta. Y en ese momento he vuelto a sentir el frío.


Nunca las luces de navidad me habían parecido tan vacías, tan carentes de significado.



Aún no sé por qué, pero creo que algo anda desencajado dentro del pecho...


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