6.29.2008

Estalló los nudillos contra los azulejos del baño tras ausentarse del grupo, con naturalidad, por un minuto. En el golpe iba concentrada toda la incompresión, rabia, impotencia y desolación que acababa de ver en los ojos de un loco, y le traspasaba sin piedad como saetas inmisericordes, ni por el que las lanzaba ni por el que las recibía.

Ver las lágrimas de alguien grande caído por el suelo, que se ahoga en un lodazal formado por sus fallos y su amor, mientras te grita pidiendo ayuda y no poder hacer nada por él que le alivie de inmediato... es, por lo menos, duro.

Despedida y media vuelta. La excusa de una cena. Detenerse en medio de un centro comercial, rodeado por gente.

Y echarse a llorar.




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