11.16.2008

Cada vez escribo menos aquí, y en cualquier otro sitio. Me guardo mis miserias y alegrías dentro, bien dentro. Y ni por escrito ni hablando las suelo comentar, salvo que sea realmente necesario. Es exponerse demasiado, y no suele arreglar nada.

Cuando hay un problema, contarlo supone un desahogo momentáneo; porque el problema sigue ahí. Y si se trata de una alegría, ya se contagiará esa sensación bonita ella sola. Al menos eso veo que suele pasar.

Es una mala costumbre lo de no contar las penas, dices. Llorar a solas no suele conducir a nada bueno. Pero tampoco veo bueno que tu compañía se trague todos tus llantos o ataques de nervios. Y repito: la alegría se contagia con más facilidad; ahí casi que no hay que hacer trabajo para transmitirla.

Se me viene muy a menudo últimamente la imagen de un canal de riego profundo, en el que la superficie es calma y engaña sobre las turbulencias del fondo. Agua oscura.

Da miedo cuando notas que tu control no alcanza a tener en su poder toda tu angustia. Y no sabes cómo ni cuándo ni por dónde saldrá.

1 comentario:

.María. dijo...

Como siempre sinceridad: si este post lo escribe alguien desconocido en un blog desconocido... no tendría piedad.
Suele ser bueno contar los problemas porque así los humanizas más, los ves desde otra perspectiva. Sólo el escucharse a una misma explicando una miseria posiblemente amplificada en lo más hondo del coco da lugar a una chispa. No hay nada como contar un problema para empezar a arreglarlo ese mismo día.
Y no compartir las alegrías simplemente es antinatural.

Te voy a dar una colleja... viejuna. Chula !!

Makkkkkk