8.19.2009


No sé cómo, Orión se ha deslizado cuidadoso sobre el cielo, sin que uno se dé cuenta. A las seis y poco, cuando cojo el coche y salgo de casa dirección al trabajo, es inevitable mirar hacia el cielo y pararse en una o cien estrellas. Son demasiado bonitas, te alejan de donde vas. Hoy he vuelto a ver a Orión, preludio otoñal, cercano a Casiopea, mientras permanecía la noche.


Aún estamos en agosto y ya se acaba el verano. Ya no amanece en espectacular amarillo sobre las colinas de Torrelodones, ni huele a plantas que respiran un momento, aliviadas de calor en la madrugada. Se nota en el aire que septiembre está ahí, mirando por la rendija de la puerta, y no puede evitar que lo encontremos.

Yo voy a hacer desear un poco más el otoño: me escapo a reencontrar Egipto bajo el agua.




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