2.22.2015

Últimamente me considero un alien con suerte. Las cosas cotidianas de la vida van por su carril, con sus baches y sobresaltos, pero por su carril. Hasta que cambie. Y sé que en un momento u otro cambiarán todas. Quién sabe hacia dónde. Miro hacia el sur: imagino granados y almendros; imagino desiertos protegidos al lado del mar. 

Esta noche paseaba por una zona tranquila. Se oía el run-run continuo de los coches, lejano pero permanente; y a algún perro ladrar. El frío resultaba incluso agradable: hacía que la luna, Venus y Marte brillaran en el cielo con total nitidez. No era un mal paseo, pero notaba en los oídos sensación de vacío. Y rápidamente me daba cuenta de que añoraba las olas.

Algún día, espero, cambiará el carril. O no, pero prefiero pensar que sí. Yo haré lo que esté en mi mano a cada momento. Un alien cabezota. Incapaz de identificarme con las etiquetas que "definen" el comportamiento de una mujer. Y tampoco el de un hombre. Clichés que me sorprenden una y otra vez, por más que los vea, porque no consigo identificarlos: no tengo en mí una referencia. 

Entre esto y otras cosas, el día a día a veces se complica. Aunque voy aprendiendo que es cuestión de dejarlo ir. Y volver a casa. Sea el lugar que sea, pero con el calor de quien realmente me importa. E importas.

Recuento amigos. Amigos de verdad. Me vienen cuatro personas a la cabeza inmediatamente. ¡Cuatro! Son muchas, y me alegro. Y otras dos más aparecen casi acto seguido. Personas en las que poder confiar, con las que poder contar con los ojos cerrados, que perduran con el paso de los años. A veces lejos en distancia, a veces lejos en el reencuentro, cada uno en sus carriles rutinarios, pero siempre ahí, atemporales al fin y al cabo, sabiendo dónde están los otros. 

Después pienso en la familia. Y sonrío. No hace falta más análisis.

Y después pienso en el inmenso número de personas que voy conociendo año tras año. Hay de todo: algunas veces hay sorpresas muy desagradables (sobre todo provenientes del tipo de trabajo en el que aún me desenvuelvo) donde predomina el ansia de "trepar", la ambición mal entendida, la inseguridad mezclada con el egoísmo y egocentrismo, con la necesidad de "cumplir" con los clichés de éxito y apariencia, donde perdura humillar a otros por la espalda para así alejar de uno los puñales. 

Otras veces las sorpresas son una delicia: me vienen a la cabeza sonrisas, abrazos, risas y más risas, confianza, tonteos incluso, respeto, aprendizaje, emoción, y tanta alegría compartida a veces en pocos segundos que se contagia y desborda.

Cuando me entra el miedo por pensar si no seré un alien demasiado solitario, me doy cuenta de que no cumplo los clichés. Las etiquetas no terminan de quedárseme pegadas. Y miro primero a mis gatos. Luego mis manos. Y sonrío al ver cómo mi cuerpo pequeño tiene una vida que se aleja de lo esperado, dentro de la normalidad; sonrío porque tengo mucho, y porque aquello que no me llena es temporal; sonrío porque veo caminos y porque sé que hay muchos otros que ni siquiera sé cuáles son y llegarán. Me gusta pensar eso. Me gusta saber que todo lo que he pasado, bueno y malo, es lo que tranquilamente me va llevando.

Como las olas que hoy echaba de menos. 

Eternas. 

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