6.04.2016

Sorpresas te da la vida.

Llega un mail de la persona que menos esperabas, pidiendo ayuda. Surgen sensaciones que mezclan sorpresa, compasión, y cierto temor añejo. Supongo que una respuesta prudente habría sido "llama a otra puerta". Pero bueno, prudente o no, mi puerta no se cierra en según qué situaciones.

Llega una llamada de teléfono. Honestamente, no sé si estar yo al otro lado de la línea ha servido para algo; quiero creer que sí, aunque yo sepa que no tengo las respuestas (las tiene él, pero da miedo verlas). 

"Estoy fuerte, llama si quieres". Bien por mí. Tenía razón. No hay heridas abiertas. Me quedo pensando y me sale una sonrisa: quizá sea que me hago mayor. La urgencia que puedo sentir ahora es de querer ayudar, por no querer que se sienta así: porque SÉ cómo se siente uno estando así, sé de esa angustia, sé de la impotencia y no ver el camino. Sin embargo hay camino (siempre hay camino), aunque no se vea.

Hoy no cabía ahondar en la cobardía, en el miedo. Tocaba ayudar a respirar de nuevo (un poquito, al menos). Eso creo. La respuesta no la tengo; la respuesta está en respetarse a sí mismo, valorar lo que de verdad importa, sin refugiarse en otros egoísmos. Para tener a alguien fuerte a tu lado, necesitas primero ser fuerte tú. Querer, necesitar, valorar y desear tu propia compañía. Aceptar tus miserias para poder enfrentarlas. Para respirar, parar, asumir que todo puede perderse. Y que no pasa nada. 

El camino sigue. Siempre va a seguir. Cambiará el color, cambiarán los actores. O no. Pero el camino siempre sigue. Y el único que sigue en ese camino eres tú. Porque ese camino no es de otro, sino tuyo. 

Aprende a aceptar tus miserias, si es que quieres cambiarlas. Aprende a aceptar la pérdida. A descubrir que no hay precipicios, sólo algunos puñetazos en el estómago que ayudan a volver a respirar profundo para seguir adelante. 

Te daría un abrazo, quizá más por mí que por ti, pero también hay que aprender a dejar que las distancias sean recorridas en tiempo y forma por la persona adecuada. 

Te diría "estoy apenas a un kilómetro de donde te encuentras; si necesitas dar un paseo, y hablar en movimiento, cuenta conmigo". Pero no quiero malas interpretaciones. Ni tuyas ni mías.

Me he dado cuenta de que no siento nada de rencor. Y que ni por lo más remoto te deseo ningún mal. Al contrario.

Ojalá pronto se te pase esa angustia. Y más aún deseo que, por fin, de una vez por todas, venzas ese miedo a la soledad, ese disfrazarte con alegría superficial, esa cobardía. Porque eres algo diferente a eso.

No hay comentarios: