1.15.2007

Eran las tres de la mañana y no podía dormir. Estaba demasiado nerviosa pensando en las "gestiones" a realizar el día siguiente. Daba vueltas en la cama, hacia un lado y otro. Intenté relajarme respirando hondo, concentrándome sólo en el ritmo del aire. Nada. Probé a vaciar la cabeza de pensamientos. Imposible. Entonces busqué a alguien a quien confiar las caricias que me diera yo sola, alguien a quien hacer real bajo la manta, protegido por mi mente. Y descubrí que, a pesar de pensar en ese amante imaginario, había perdido la conexión especial que me hiciera desear estar unida a él.

Fue difícil, y en algún momento también melancólico. Terminé bañada en sudor gracias a mí misma, pero triste por sentirme tan sola cuando menos podía soportarlo. Asumí el desconocimiento, la distancia; pero ahora sé que no es posible dar vida al día y la noche sin sentir la certeza del cariño de una mirada. Si eso está ahí, todo lo demás está al alcance de la mano.

Me desperté cansada al día siguiente. Había cosas que hacer y a ello me puse. Tranquila, fría e indiferente. Como un monstruo en soledad.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sinceramente, creo que llegar al punto en que se comprueba que uno no puede satisfacerse a sí mismo, aunque sea frustrante, es a la vez bastante reconfortante a nivel emocional. Al menos para mi.