4.22.2007

En el momento en que te vayas sé que comenzaré a olvidarte. Olvidaré tu cara, tus gestos; tu forma de caminar resuelta que ahora viene a mi memoria, un día de verano, observándote de refilón mientras caminabas a mi lado, un par de pasos por delante de mí. Olvidaré tus manos, no sabré si consumías los nervios atormentando tus dedos. No recordaré cuál era tu camiseta preferida, esa ruinosa que tanto te gusta, aún después de tantos años. Perderé la noción de las horas en tu ausencia, a pesar de que ahora vives más en mi mente de lo que yo habito en ella. Te necesito, aún te necesito cerca, tocándome, muy dentro; pero sé que todo eso se desvanecerá como un sueño imposible de aprehender en el mismo momento que te vayas. Comenzará un proceso de muerte en vida de aquello que, sin llegar a ser, pudimos lograr.

Pero nunca, nunca se perderá en mi memoria tu olor, la resonancia de tu voz profunda, de tu risa victoriosa. Nunca la caricia suave y sorprendente de tu boca. Nunca. Por más lejos que te marches.

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