4.26.2007

Han sido apenas veinte minutos estando a tu lado. Merecían la pena dos horas y media después de la hora de salir sólo por poder abrazarte y verte una sonrisa. Aunque fuera un instante en el que volviera el aire a mis pulmones gracias a un abrazo tuyo. Pero no ha sido exactamente como lo imaginaba. "¿Estás desanimado?"; "estoy muy, muy cansado...". Y parecía verdad: tenías carita de cansado, pero además, de melancolía. Y quién sabe cuántas veces he usado yo esa frase para disimular la tristeza y la distancia.

He bajado en el ascensor y he pensado "no vuelvo a hacerlo". Al salir, no sabía si mirar a la ventana: si no hubieras estado ahí, hubiera terminado de nublarse la tarde. Decidí levantar la vista y allí estabas, despidiéndome con la mano y una suave sonrisa. Devolví el saludo y seguí caminando. No podía quedarme. No era el momento.

La cuerda sobre la que camino baila, oscila entre terrenos de ilusión exaltada y parajes solitarios y perdidos. Necesito encontrarte y detener el baile. O si no, sé que seguiré caminando a solas, con esta mala compañía que a veces creo ser. Sólo conmigo. Totalmente insuficiente. Y sin ti. Totalmente sola.

Te siento cerca y me siento cerca de ti. Aunque no entiendo por qué nos cuesta tanto vencer el miedo al uno...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hace tiempo que sigo tu blog, y siempre he admirado (y envidiado) tu historia de amor.
Por tus últimas entradas deduzco que todo no va igual de bien (ojalá me equivoque)
Ojalá todo se arregle.
Besos

Patricia dijo...

Todo va bien, Isa, gracias por preocuparte. Sólo hay momentos en que necesito determinadas sensaciones porque me siento débil (inseguridad a tutiplén) y si no las recibo, saltan en mi cabeza ideas como las que escribo en esta entrada.

Besitos!