6.12.2007

¿Dónde dices que fue? En el salón. Me estás tomando el pelo... No, de verdad; ocurrió y fue así. Pero ¿por qué? No lo sé... supongo que, simplemente, nos apetecía. No entiendo cómo puedes mantener la calma de esa manera. Quizá porque no lo sabe nadie. ¿Nadie? Nadie en absoluto; no aún.

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Después de tres cervezas estábamos ya más alto de lo que se debía estar en esas circunstancias. Mucho calor, muchas risas... Lo típico. Demasiadas miradas de esas que hablan por los codos cuando más calladito uno debería estar. Supongo que una historia más entre tantas historias de la gente, sin mucho de especial. Salvo porque es la mía.

Cayó la tarde y, a pesar de que en la terraza se estaba bien, decidimos entrar a preparar algo de cena. "¿Te quedas a dormir?". Más risas. "¡Ni de coña!". Discusión sobre las conveniencias de compartir piso siendo consumidores compulsivos de cerveza. Llegamos a la conclusión de que la industria profiláctica nos haría clientes del año. Más risas y rato culinario distendido.

Después de la cena éramos incapaces de levantarnos para recoger, pero sí para preparar una shisha. De frutas, como postre. "Yo me encargo de ambientar esto". Mientras uno prende el carbón, otro adecúa luces y música. "Deberían ser así más noches de verano; este Shakespeare no tenía ni puta idea". Más risas.

Los zapatos hace tiempo que se perdieron bajo la mesa, y el suelo frío es un alivio para los pies. Me quedo en trance mirándolo. Sin pensarlo, me quito la camiseta y el pantalón. Me tumbo sobre el suelo: el frío me relaja, como si estuviera meditando. Mi preciosa compañía me observa en silencio, sin apartar ojo. Un leve olor a manzana comienza a invadir la habitación.

El proceso ni lo recuerdo. Sólo sé que, en un momento dado, ambos estábamos desnudos y tendidos en el suelo, sintiendo el frío en cada poro. Nos pasábamos la boquilla de la pipa despacio, en silencio. De vez en cuando alguno se levantaba y se quedaba mirando al otro, recreándose en el camino que los ojos hacían sobre el cuerpo. Cuerpos que enviaban señales inequívocas de excitación chocando con la calma del aire.

Pero nada más ocurrió.

Desperté de madrugada. Una golondrina cantaba como loca imitando una máquina de escribir. Debían ser las cinco o las seis. Él dormía a mi lado. Una manta me cubría, una manta distinta a la suya. Sobre la mesa, el desorden de la cena la noche pasada. Me quedé observando su rostro. Varios minutos. Después, con cuidado de no despertarle, me metí bajo su manta. Un brazo dormido me rodeó, como un movimiento reflejo. Sentí su piel suave contra mi espalda.

Y sonreí justo antes de volver a sumirme en el sueño.


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El calor azuza al cerebro, que se desquita contando historias.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

hablas de Adri? :-)

.María. dijo...

Jo Patri, la verdad es que no sé cómo puedes aguantar esas cosas...Yo creo que me avalanzaría sin piedad (sexual)...
Entre la cerveza, la cenita y la desnudez. Ayyyy

Bezzzzzz

Patricia dijo...

María, m: ¿quién dice que fuera yo uno de los personajes? :P Uno tiene género, el otro no...

... pero sí: claro que me he imaginado como primera persona al narrarlo. Sobre "mi acompañante", no puedo decir nada. Sólo es una fantasía...

Besitos!

.María. dijo...

¿uno tiene género y otro no??
Acaso uno de los dos es un pulpo??... un lagartijo?? un escarabajo pelotero??

jajajaj... Un beso indiscreto, guapa