7.03.2007

¿Dónde?

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A un lugar fresco, donde no haya que pensar. Silencioso, sin voces incomprensibles y tediosas. Tranquilo, en compañía de gatos y libros. Asombrado y umbrío merced la gracia de las hojas de un gran árbol.

En mi compañía y en compañía de nadie. Sin oír mi propia voz retumbar dentro del cráneo, llamando fantasmas reales y no tanto. Encontrando la paz necesaria para desterrar un pasado demasiado forzado y rutina presente, que me permita decidir casi sin darme cuenta, que me devuelva la fuerza para enfrentar sin terrores lo que quiero en mi vida.

A veces se siente necesario reducir a polvo o a nada lo que es y ha sido, antes de volver a comenzar. Como una limpieza de espíritu, si es que eso existe, de manera que sea posible dejar en el arcén todo el lastre que se acumula en los bolsillos para poder seguir caminando.

¿Y hacia dónde?

No busco más lugar que ese en el que me pueda sentir tranquila, en casa. Da igual si es plantando mis dos pies sobre un determinado trozo de tierra, respirando agua en el agua como pez fingido, apoyándome en sonidos que desempolven mi humanidad, resguardada de tormentas en los brazos de alguien que, en ese instante, sea más fuerte que yo, o en las caricias que pueda regalar a otra persona o animal, hasta que se adormezca sintiéndose querido. Da igual si es uno o son todos, el caso es estar en casa.

En un lugar fresco, donde no haya que pensar.
Silencioso. Tranquilo. Asombrado y umbrío.

Como yo cuando olvido de qué hay que preocuparse.

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Es tarde, hora de dormir. Se me van cerrando los ojos, pero me siento alerta por dentro. No sé por qué.

Respirar hondo...



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