9.30.2007

A veces surge una noche estupenda cuando ni siquiera tienes un plan. Coger la cámara, meterte en el coche y marcar kilómetros de camino a Madrid. Un atardecer bonito en mi templo (porque es mío y de nadie más :P);






un paseo hasta palacio atravesando los jardines, descubriendo juegos de agua y luces; una llamada a un amigo enfurruñado y conseguir sacarle de casa; una cena improvisada en un restaurante estupendo; un paseo por algunas de mis zonas preferidas de la ciudad (Chueca, Gran Vía, Ópera...); un café de emergencia-total-anti-sueño:
por-dios-no-saques-la-almohada-que-entonces-ya-sí-que-me-pongo-a-roncar-aquí-mismo...





Y sobre todo hablar. Por un momento maravillarse de no estar cohibida y dejar que la conversación fluya, sin pensar "¿y qué puedo yo contar?". Será que ya estamos mayores y se nos olvidan algunos miedos... Hablar y reir hasta tarde en el restaurante. Hablar y reir paseando por Madrid. Hablar y reir, tomando un café acompañado de música tranquila. Y mientras aguardaba a que hiciera efecto, darme cuenta de que a veces, cuando menos te lo esperas, cuando menos lo planeas, aparecen noches perfectas en muy buena compañía.




No hay comentarios: