7.12.2009

Este es Frank:



Es un perrito marchoso, simpático, cariñosón, tragón, cabezota, perezoso para pasear y ligero para mearse en el suelo.

Es el perro de mi hermano (valga la expresión). Lleva un mes (más o menos) en casa, y ha hecho sonreir a todos los que estamos por aquí, que no es poco. Esta noche, mientras me hacía una ensalada y él esperaba que yo abriera el armario y compartiéramos en secreto trocitos de jamón serrano, he pensado en los perros y gatos que abandonan los gilipollas que en su día los cogieron. No lo entiendo. No entiendo por qué les tratan así, joder. A poco que trates con un animal, no hace falta ni que llegue al mes, ya ves que no son trozos de carne y pelo, sino algo como tú y como yo. Es como abandonar a otra persona que habla una lengua diferente a la tuya; a otra persona que confía en ti y está totalmente indefensa en el mundo que le rodea.

Siempre he querido vivir con animales; muchas veces me siento más identificada con ellos que con las personas. Y cada vez tengo más claro que intentaré adoptar a alguno de los que tuvieron la mala suerte de dar con algún malnacido que no se merece nada. Y creo que eso incluye todo.

Echad un ojo...

Y así está el patio en Madrid...

:(

No hay comentarios: