2.11.2010

"Sigo en el tren. Estoy apunto de llegar a Chamartín. Llueve. Llueve. Me voy a empapar de camino a Plaza de Castilla, pero se me cae la sonrisa de la cara. Llueve. Hoy no me pongo los cascos. Quiero escuchar las gotas caer.

Qué hermosa venganza contra una ciudad. Llueve."


Hace más de un año de esas gotas rebeldes. Esta noche no llueve. Es una noche más dentro del invierno frío que se posa sobre nuestros hombros sin meter ruido. Quizá sea eso, sí, lo que pesa en mi espalda. El invierno.

"Apago el motor y me despierto: son más de las seis, por la tarde, y veo nubes amarillas en un cielo todavía azul. No llega a cinco grados el calor del campo, pero he descubierto que vuelve la luz. Las mimosas ya están en camino..."

Es curioso. A veces consigo abrir los ojos y ver más allá de mis ojos abiertos. Y vuelvo a ver luz, vuelvo a entender que regresa marzo. Entonces sonrío, porque es sinónimo de vida. Y salgo de mi coche sintiéndome algo más que una mera muñeca mecánica (que no hinchable, y no por gusto, sino porque no sé dónde he metido la libido; debe estar en algún cajón lleno de rosas blancas y cartas esperanzadas que quedaron sin escribir).

¿Alguien tiene un cartel que diga "cerrado por vacaciones"? Mientras tanto, aquí me quedo, de vuelta en el neurhogar...


2 comentarios:

isa dijo...

me encantan todos tus escritos :)

Patricia dijo...

gracias isa :)