1.19.2007

Último día de trabajo en la Escuela de Música. Llevo toda la semana despidiéndome de padres y niños, y la verdad, no se me había ocurrido pensar que pudiera ponerme así de triste.

Caras de sorpresa, caras serias, caras tristes, abrazos y más abrazos, enfados ("¡esos del otro trabajo son tontos! ¡no te tienes que ir!"), despedidas, preguntas que cuesta un trunfo responder, y alguna que otra cara con lagrimones que sale corriendo de clase para que yo no la vea.

Al final se han terminado convirtiendo en "mis niños", sin darme ni cuenta. Y sólo han sido tres meses, poco más. Me llevo unas cuantas cosas aprendidas, mucho cariño recibido dando -creo- apenas nada, agradecimientos varios por el trabajo realizado. Ha sido todo una sorpresa mayúscula. Y me da rabia que tengan que ir las cosas por este camino por el jodido tema de la necesidad de trabajo estable. En definitiva, necesidad de dinero.

Si hay algo especialmente importante que me han enseñado estos pequeñajos, algo por lo que les doy las gracias, es su forma de mirar: de frente, a la cara, una mirada limpia en la que reflejar lo que sienten y lo que piensan. Me han dejado ver cómo mostrar la verdad de una persona a través de la mirada. Y quizá porque no son adultos "graves y solemnes" esto que me dan tiene mucho más valor.

La otra tarde miraba a unos cuantos y me daba cuenta de que difícilmente volveré a verlos. Espero que les vaya bien, seguro que sí, y que algo de lo que he hecho les meta la música un poquito en las venas.

En fin... Como dice un amigo mío: "al final vas a terminar teniendo corazón y todo..."

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ánimo Patri!!!!No estes triste o tendré que azotarte, jajajaja. La verdad es que tiene que ser duro dejar un trabajo en el que estás tan agusto, pero ánimo con lo nuevo que vas a encontrarte por el camino campeona!!!